Tuesday, May 26, 2009

Lisérgico

Lisérgico
Contribución de Enrique Carstens

El rumor era que el café-cristalino había llegado. Todo lo que Emilio podía ofrecer era una radio a baterías a cambio de una dosis. El traficante la miró detenidamente, pensó que la apernaría al manurio de su moto y así podría escuchar música al tiempo que conducía. Entonces la aceptó y le dio a cambio una dosis de ácido lisérgico. Emilio tomó el cuadrado diminuto, un plástico rígido entre marrón y transparente y se dispuso a guardarlo cuidadosamente en su bolsillo, como si se tratara de la fortuna familiar. Se fué del punto de venta y regresó a casa pensando que pronto estaría en el edén psicodélico que tanto había escuchado en bocas ajenas. Su ferviente imaginación lo llevaba rápido a grandes alturas.

Emilio llegó a casa y se abalanzó sobre el teléfono:

- Feña! Ya la tengo. Mas tarde te vienes a casa y nos vamos en mitades. Es Lucy en el cielo... LSD, loquillooo!

- Te pasastes Lolo. La hicistes de oro. Te voy a dar un beso cuando te vea.

- No seay maricón, huevón. – Vamos a ser “los intocables” esta noche, o mejor aún “los duendes invisibles”. Antes de medianoche, nos hechamos el cristalino ¡Estaremos como avión! - ¿De acordeón, amigote?.

- De acuerdo viejo. Cuanto antes, estoy por allá.

Feña pasó por su anhelada mitad en menos de lo que canta un gallo. La tarde se deslizaba perezosa sobre el horizonte veraniego de Santiago. En sólo unas horas más, sería la noche del 31 de Diciembre del año 1970, vísperas de otro Año Nuevo occidental.

Emilio no cabía en sí de su propia excitación. Sus padres se habían arreglado y estaban listos para partir a una más de sus rutinarias fiestas de adultos.- ¡Solo para los padres! -¡Los niños y los jóvenes no cuentan! Emilio y su hermana Magda también tenían sus propios planes; ya estaban habituados a una vida independiente y separada de sus padres.

Emilio esperó que sus padres salieran esa noche en el Chevrolet-Impala que su padre había adquirido justo antes de retirarse del ejército. Era un modelo que todos en el barrio miraban con curiosidad y admiración, porque no había muchos de esos en la época. Era grande y lujoso, todo un símbolo de status para una clase media latina llena de síntomas arribistas. Emilio odiaba y quería al mismo tiempo al maldito vehículo; parecía que su padre amaba más al auto, que a su propio hijo. Emilio soñaba que un día tomaría el automovil y se escaparía con él para no volver jamás. Esa sería su venganza; ese sueño repetitivo y punzante, se había convertido en otra de sus obsesiones.

Y al salir sus padres, como de costumbre, se producía entre Emilio y ellos esa suerte de despedida, casi ensayada, falsa y superficial; el diálogo de siempre:

- Emilio, pásalo bien querido. Te queremos mucho!.Cuídate y no hagas tonterías. Me llamas donde la tía Sussy si necesitas algo - le dijo su mamá, como en un rosario de palabras huecas, despues de empinar un par de martinis rosas.

- ¡Por supuesto que lo haré! - Pásenlo bien y nos traen pastel a mi y Magda, si es que sobra un poco. ¿Bueno? – respondió y preguntó mecánicamente Emilio

Magda su hermana ya estaba en casa de Paty para esperar la ansiada fiesta de fin de año. Magda una aguda observadora, tenía sus propias ideas bien definidas. -Esta anticipada fiesta, se decía en su interior, donde muchas personas sueñan con una vida nueva y mejor, y aunque ellas mismas, por seguro no saben en que consiste una vida mejor. Es muy simple pensaba la joven, - si lo supieran, ya hubieran alcanzado esa vida ideal y no desearían tantos cambios en cada año nuevo”.

Emilió volvió a través de sus pensamientos a su orígen, a las entrañas de su propio ser. El si sabía que esta vez, tenía algo de suma importancia entre sus manos; era el ansiado viaje lisérgico. Sus guías del momento, magos y gurúes hechiceros, le habían hablado del poder mágico de esa gragea. Ahora era tiempo de experimentarlo por si mismo. - Para que no te cuenten cuentos - como Emilio solía decir.

Sus expectativas altísimas de lo que iba a suceder, lo habían arrojado a una mezcla de sentimientos. Eran líquidos que ebullían poderosamente en el cálido aire estival y así de la misma manera se evaporaban en una danza de cambiantes ritmos: alegría primero, a ratos euforia galopante, luego un vago temor a lo desconocido y finalmente excitación ante la gran novedad trascendental. Todo esto se reflejaba en su alma, en una una suerte de emoción compleja: Y no sería para menos...

Una vez que se quedó solo en casa, rapidamente y sin vacilar, se dispuso a tocar su disco favorito, utilizando su nuevo estéreo para escuchar : “I am so glad, I am so glad” del emblemático grupo “Cream” junto al gran Clapton, el nuevo genio de las cuerdas en “blues and rock”. Entonces, el joven Emilio tomó con fascinación el cuadrado diminuto de plástico oscuro y lo ingirió saboreando lentamente la hostia del viajero místico. Tomó aproximadamente una hora en hacerse sentir, tiempo que Emilio ocupó escuchando su música y preparándose unos bocadillos antes que el efecto lisérgico empezara a manifestarse en toda su dimensión. Los colores se veían extremadamente brillantes: estaban sacados de una pintura impresionista, de una película del Pato Donald y las formas tomaban una característica plástica en movimiento; se estiraban y estrechaban lentamente.

La visión era realmente extraordinaria y su corazón latía con mucha fuerza; era dificil de controlar ese estado mental, tan vívido y dinámico. Los pensamientos rodaban raudos hacia el vacío sin retorno. No podía recordar lo que había pensado una milésima de segundo atrás. Todo estaba situado en tiempo presente y avanzaba vertiginosamente hacia el futuro como un asteroide que ya ha perdido su rumbo. Su casa le parecía de un cuento de hadas, se veía muy pequeña y cautivadora. Sin embargo, todo cambiaba muy rápido y pronto sintió que las paredes, el techo y las ventanas respiraban con vida propia y consecuentemente se empezó a asustar y pensó que tenía que salir de ahí, el encierro lo estaba confundiendo.

Salió al selvático jardín delantero y se quedó observando el prado magnífico; en ese momento pudo ver y sentir claramente como este crecía en todo su esplendor. Se acercó al árbol de su infancia, un frondoso aromo plenamente florecido. Del árbol emanaban generosamente delicados perfumes en el aire y las ramas desplegaban sus flores de sol naciente. Recorrió todo el patió y observó repentinamente un pastelón que estaba lleno de hormigas rojas, verdes y amarillas. Ahora podía ver como ellas eran en realidad. Todas estaban en un desfile, muy ordenadas, siguiendo reglas estrictas de estética y organización. Se disponían a hacer honor a su reina que recién proclamada, se alzaba en un trono majestuoso. Era un desfile organizado y complejo, el más bello que él jamás hubiera visto. Se sintió tan atraído por el mundo de las hormigas, que decidió huir al instante; se percató que si no lo hacía a tiempo, se podría transformar en una de ellas.

Eran las ocho de la noche, aún con luz en pleno verano capitalino. Emilio se dirigió a donde su amiga Solange, su linda vecinita de la esquina. Antes de pasar por ella a su casa, decidió primero ir a la Plaza del Hoyo; parecía presentir donde se encontraban las personas. Era como si un nuevo sentido se había despertado en él y podía adivinar donde estaban las personas que él conocía, como si pudiera sentir sus vibraciones desde muy lejos. Efectivamente, su nueva intuición no le engañaba; vio a su vecina a través de los hermosos arbustos ornamentales. Ella estaba sentada en un banquito de madera, deleitándose fundida en un helado de crema. Quiso entablar algun tipo de conversación, porque ahora se estaba sintiendo muy aislado.

-Hola Solange, ¿qué vas a hacer esta noche?

-Estás pálido, y esos ojos...¿estuvistes fumando?

-No, todo bien. Es que mis papas salieron. ¿Puedo ir a tu casa?

-No, ya me voy; tengo que arreglarme. El Benja viene por mi muy pronto. Ey! deja de fumar esa mierda, pareces un zombie!

A esa alturas Emilio no podía coordinar bien sus palabras, no tenía control sobre su propio entorno, ni siquiera sobre su cuerpo, ni menos sobre sus pensamientos que parecían guijarros saltando indefinidamente de un lado a otro. Las luces de los faroles y de los automobiles se veían con estelas de colores por todos lados, un arco iris con la descomposición de la luz. Aunque eso era fascinante en si mismo, su sentimiento interior de descontrol se hacía mayor y no lograba disfrutar de la experiencia. Era un miedo agudo en la boca del estomago, como si algo horrible estuviera por suceder.

Ahora anocheciendo y la luz natural del día, se desaparecía para siempre. El siguió su camino por el parque pensando que ya era la hora al fin, de encontrarse con su amigo Feña. Necesitaba de su presencia urgentemente; él lo entendería, ya había una angustia aguda en su pecho: “necesitaba estar con alguien que estuviera experimentando la misma mierda”.

Caminó como un vagabundo haciendo tiempo, en un estado melancólico y meditabundo, hasta que un enorme monstruo negro, lo sacó de sus fúnebres pensamientos. El animal intentó abalanzarse sobre él; afortunadamente una reja separaba a Emilio del maldito can. Era un pastor alemán negro-cobrizo que le mostraba sus níveos colmillos salivando continuamente, un enemigo salvaje y amenazador. Curiosamente, el perro tenía la capacidad de comunicarse con Emilio telepáticamente. Le decía que no era bienvenido, que era una oveja descarriada; que lo atacaría para aniquilarlo en cuanto pudiera; solo tenía que abrirse esa reja; el llamaría a sus amos para decirle que Emilio era un ladrón. En ese intante el miedo fue tan profundo, que Emilio sacó un grito estruendoso desde sus entrañas más profundas y sucedió que el perro empezó a disminuir de tamaño gradualmente, hasta que desapareció como si nunca hubiera existido.

El cuerpo se experimentaba extremadamente liviano y su sangre fluía a borbotones. El se sentía como un río desangrando; no sabía si llegaría vivo en su raudo cauce hacia el amplio mar. La sensación era de extrema aceleración; un caballo con galones de adrenalina. La visión de la ciudad nocturna era bulliciosa, sobrecogedora, ancestral. Era desfigurada, extraña, amenazante...

-¿Qué me pasa? – se preguntaba, - ¿qué es esto? ¿dónde estoy?¿quién soy?

La última pregunta le provocaba mayor pánico porque ya no sabía quien era él en realidad; era un estado rarísimo, como una despersonalización esquizofrénica. Se repetía desesperadamente en un diálogo interior:

- Calma, calma, Emilio - Es el ácido. No estás loco, es sólo el ácido; esto ya va a pasar.

Siguió apurando el paso por el Parque Americo Vespucio para encontrarse lo antes posible con Feña. Llegando a la esquina de Luis Pasteur, divisó a Juan Pablo y Alex. Ambos, buenos muchachos, de esos que sólo desean pasar un buen rato; como mucho apuran un par de tragos y con eso están felices. Los “normies” como Emilio les llamaba despectivamente, estaban pidiendo un aventón, y un vehículo deportivo les había parado en la esquina.

Emilio partió corriendo para alcanzarlos y tambien se metió en el deportivo en forma intespestiva, sin siquiera pedir permiso. Estaba frenético y deseaba llegar rápido para encontrarse con su amigo Feña. El conductor era jovial y usaba un cabello largo deslizándose en cascadas de tonos ladrillo. Iba acompañado de otro joven con melena de oceános dorados. Ambos lucían elegantes y olían a buen perfume; sin embargo, los ojos delataban la marca. Sacaron un pitillo bien confeccionado, lo encendieron y les ofrecieron humo mágico en forma galante a los pasajeros de atrás.

Solo Emilio fumó de el y cuando lo estaba haciendo, sintió nuevamente la profundidad cenagosa del mundo en que se encontraba. Estaba percibiendo nítidamente todo aquello que antes no podía ver. Era como un taboo prohibido, algo a lo que Emilio no había deseado aproximarse hasta ese momento, para poder comprender. Su mundo ahora se había transformado en el laberinto del Minotauro, sin salida, con promesas inciertas, con castillos transformados en fosos de lodo oscuro, con caos y paradojas, con magia negra, con angustia y descontrol. Por otro lado, sentía en su propia razón, que no habían alternativas víables, como si él estuviera predestinado a vivir una maldición sin retorno.

Emilio no se sentía sociable en absoluto; solo quería encontrar a su amigo. A pesar de no ver a nadie a través de los vidrios del auto porque todo estaba muy oscuro, nuevamente sintió las vibraciones potentes en el aire, en este caso, de su amigo Feña.

- Paren aquí, aquí mismo, - dijo Emilio en un tono entre autoritario e histérico a la vez

Se bajó del auto sin decir nada, no quería despedirse, solo deseando desaparecer. En menos de un minuto de caminata encontró a Feña que venía del Poniente hacia el Oriente por el interminable Parque Américo Vespucio. Se abrazaron al instante. Feña ya conocía los viajes lisérgicos, pero estaba igualmente asustado. A pesar de ser mayor y más experimentado que Emilio, esta vez era diferente y tampoco podía controlar satisfactoriamente su estado mental. Veía “enanos malignos” por todos lados y sólo deseaba volverse a casa. Se hacía el “grande”, pero estaba tambien, en estado de pánico

- Me voy- decía Feña. Me voy, algo no está bien.

Fernando no pudo tolerar el descontrol de si mismo y definitivamente se marchó de regreso a casa, abandonando a su amigo en ese lugar. Su lógica y sentido comun le decían que en un mal viaje, era preferible volver a la seguridad de un refugio familiar.

Emilio no sentía de la misma forma y decidió regresar a sus canchas, a las calles que circundaban su casa. Llegó en el preciso momento en que Roberto, Gabriel y Pancho se subían a un Mini-Cooper. Iban acompañados de las tres gracias, las hermanas Luna, juzgadas por muchos como las más atractivas loquillas de todo el barrio. Emilio se abalanzó al auto sin invitación, lo dio por sentado. Los demás presentes se miraban con extrañeza y rabia al mismo tiempo. Inicialmente nadie se atrevía a decir palabra para sacar al invitado de piedra. Emilio había perdido toda su prudencia y sentido comun. No entendía que el auto era pequeño, que eran tres parejas yendo a una fiesta de esas que requieren invitación expresa; él estaba actuando como un niño que desea estar incluido en el entretenimiento. Estaba haciendo el ridículo en grande, pero no lo entendía cabalmente

- Ya Lolo salte de ahí, no cabemos todos, - dijo Roberto

- Es que yo quiero ir, - respondió Emilio

- Oye y este huevón , - dijo Paulina dirigiéndose a Roberto

- Nos vamos Lolo, tienes que salir, - sentenció Roberto

Esta escena se repitió al menos tres veces y en forma idéntica, como un disco rayado. Era como una película que al llegar a un determinado lugar, retrocede y vuelve al punto de partida. Emilio salía del auto y cuando todos se preparaban para entrar, el se abalanzaba primero que nadie y volvía a subirse. Era una escena tragicómica, porque a pesar de lo absurdo de todo esto, ya nadie estaba riéndose, todos querían librarse de Emilio quien se había transformado en una pesadilla viviente.

Emilio salió descorazonado, y se sintio aún más desilusionado con las experiencias de ese fatídico año nuevo: primero el rechazo de su amiguita Solange, luego la mala onda de Feña que prefería estar solo, y ahora sus amigos que no lo querían incluir. Con una tendencia natural hacia el drama, todo esto se le presentaba como un claro rechazo a su persona. Lo sentía muy injusto, como si ya no fuera divertido para los demas, estar cerca de Emilio. Lo negativo se había magnificado poderosamente. Nuevamente su diálogo interior era obsesivo e incesante - Mi vida está predeterminada, es parte de mi destino, no tengo alternativa.

Despues de unos minutos de vagar sin rumbo, Emilio se topó con el grandote del Coco Oyanedel, tambien alucinado en el mundo del cafe-trasparente. Se abrazaron, Emilio le pidió una suerte de socorro, aunque sin decirlo, pero Coco estaba en otro mundo; no podía ayudar a nadie.

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El parque Américo Vespucio circundaba toda la ciudad de Santiago en el área Oriente-Occidente. Caminar el círculo completo, es practicamente impensable ya que cubre muchísimos kilometros. Con el tiempo, se convertiría en una circunvalación elíptica que rodea a toda la ciudad capitalina.

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Entonces Emilio decidió caminar y caminar, sin detenerse jamás, solo caminar. Continuó por este parque interminable y ahí estaba toda su vida: “solo la noche existía para él, no habría mas días en su vida, nunca más”. Como habitaba en la noche eterna, solo veía la luz de la Luna y de esos focos y faroles que envíaban estelas de arco iris y tela arañas de electricidad. No podía parar su caminata, no podía descansar. Estaba condenado a transitar sin alimentarse ni dormir, sin socializar con ningun otro ser humano; solo podía comunicarse con los animales y las plantas. Su vida consistía en caminar por la noche y nunca detenerse. Presentía las tormentas, entendía los cambios climáticos y los anticipaba. El era una parte activa de esa naturaleza ciega y salvaje que vive dentro de la ciudad; pero definitivamente sabía que ya no nunca más sería el mismo de antes...

Entonces se le ocurrió, que como su caso era tan diferente y único, se había hecho conocido en todo el mundo. No, no; por seguro no era peligroso; el era sólo un curioso ser nocturno; era sin duda, uno de los casos más extraños del planeta. Algunos turistas y variados científicos llegaban de todas partes del mundo para estudiar el fenómeno del “joven caminante nocturno”. El sabía que lo observaban; detrás de los matorrales habían muchos ojos, pero una fuerza brutal lo empujaba hacia adelante y no podía detenerse, no podía conversar, tenía que seguir su camino. De ahora en adelante, ese sería su castigo eterno, su maldición y su embrujo. Desafortunadamente, Emilio nunca llegaría entender, cual había sido su verdadero crimen; ese imperdonable pecado.
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1 comment:

blog escritores sat said...

Para mi gran amigo Quique:

De manera muy constructiva sugiero que antes de publicar algo así como este cuento, permitas que otro par de ojos lo revise para captar uno que otro error ortográfico, así como también editarlo.

Las siglas "LSD" en inglés presuntamente significan "Lucy in the Sky with Diamonds" (gracias a los Beatles). "Lucy en el cielo con diamantes" es una traducción directa y literal de esa frase y por consiguiente no traduce el mismo significado, que obviamente tiene sobretonos de droga alucinógena.

Seguimos en contacto.

Andrés