Thursday, April 22, 2010

Sean Parte de La Historia LATINA

Gaby Madrid nos invita a participar en este interesante proyecto, lo cual es una gran oportunidad para ser parte de la historia. Opriman el mouse sobre la imagen para que abra una nueva pantalla, y alli la pueden agrandar para leer su contenido.
Saludos,
Bertha

Tuesday, April 20, 2010

El siglo 21: como lo veía en el siglo 20

Cuando era niño tantos años atrás, en aquellos días inocentes en los que los elefantes volaban de flor en flor y la eternidad del cangrejo era mala publicidad para el cangrejo, siempre me preguntaba que cómo serían las cosas "en el futuro".

Recuerdo claramente largas e interesantes conversaciones entre nosotros, curiosos y precoces chavales, amigos de infancia y compañeros del alma, en las que frecuentemente nos preguntábamos —e intentábamos responder— nuestras inquietudes respecto "al mundo que nos espera cuando seamos grandes".

Quizás gran parte de aquella curiosidad era suscitada por las influencias de lo que en ese tiempo pasaba por ciencia ficción y estimulada por personajes con atributos muy especiales tales como "El Fantasma", "Buck Rogers" y "Superman" de las tiras cómicas de aquel entonces, así también como las aventuras que surgieron de la fecunda mente de Julio Verne, cuyos libros ya había leído para cuando cumplí mis diez años. Posteriormente, el advenimiento del interminable menú de películas de ciencia ficción, tales como “Viaje a las estrellas” o “Guerra de las galaxias”, competía con las rosetas de maíz que uno afanosa y nerviosamente engullía mientras que en cualquier escena espeluznante proyectada sobre el telón del teatro, alguna entidad extraterrestre sigilosamente se le acercaba al humano desprevenido y lo último que se veía, eran los desorbitados ojos del pobre infeliz, su boca abierta en expresión máxima de terror final al ser atrapado por el alienígena. ¡Definitivamente una escena que hacía morder calzón!

Recuerdo claramente imágenes futuristas representado delgadas y altas edificaciones rematadas en estructuras esferoidales y rodeadas de cintas planas a diferentes niveles que culebreaban entre ellas sobre las cuales se desplazaba una considerable cantidad de vehículos, que observados desde esas alturas, proyectaban la imágen de hormigas militares en algún ejercicio de precisión marcial.

¡Qué mundo tan fascinante era aquel! Pasaba horas enteras divagando sobre lo increíble que sería formar parte de aquella metrópolis del futuro, con edificios súper modernos, carreteras perfectamente planas y varios habitantes volando por los aires con sus respectivos cinturones antigravitarios que mientras volaban, se comunicaban por medio de diminutos aparatos personales que parecían televisores a color en miniatura.

¿Cinturones antigravitarios? ¡Lo máximo! pensé yo. ¡Eso sí sería lo último en tecnología! Ya me imaginaba sobrevolando el parque que quedaba directamente al frente del edificio donde vivía, saludando a mis amiguitos desde "allá arriba", demostrándoles desde las alturas mis pericias y habilidades de mini piloto, revoloteando sobre ellos como una gigantesca polilla. Claro, al haberlos deslumbrado con esas proezas aéreas y con tremendo equipo tan avanzado, de inmediato me convertía en la persona más popular del barrio e imaginé que poco después mucha gente estaría desplazándose de un lugar a otro mediante aquella novedosa modalidad de transporte, porque al fín y al cabo, ¡estábamos en el siglo 21!

Quién sabe cuanto tiempo estuve allí pensando en las muelas del gallo, cuando súbitamente me asaltaron varios pensamientos pavorosos, casi apocalípticos. ¿Qué pasaría si una señora gordísima intentara volar con dicho cinturón? Y si un ciudadano decidiera echarse unas copas con sus amigos, ¿cómo se orientaría para llegar a su casa, sin estrellarse contra algún poste, asta de bandera o rebotar de edificio en edificio? Por otra parte, me daba risa el pensar en el gran sentimiento del vacío y del pánico que se apoderarían del pobre viajero cuyo aparato repentinamente dejara de funcionar en pleno vuelo y se desplomara varios metros hacia abajo, hasta caer sobre un toldo de alguna frutería o bién un mojón de pradera recién depositado por alguna entidad vacuna: ¡eran escenas típicas de alguna astracanada!

No obstante, el peor de aquellos pensamientos era el de visualizar a esa señora gordísima intentando ponerse su cinturón antigravitario, haciendo contorsiones, sudando y bregando con las correas para podérselo abrochar, arrugando su ropa de tal manera que mientras se le chupaba la falda por detrás delineando su amplia propiedad raíz posterior, se le salía el busto por delante exponiendo parte de su anatomía frontal exagerada. La visión era estrambótica como hilarante, no obstante me dejó traumatizado de por vida.

Por eso, hasta hoy en día, cada vez que salgo de algún recinto, lo primero que hago es mirar hacia arriba, porque a la postre, ignoro si esa señora pudo por fín despegar y también porque al fin y al cabo ¡estamos en el siglo 21!


André Csihas
Abril 19 de 2010
San Antonio, Texas

Friday, April 16, 2010

El plagio creativo

El plagio creativo

En México, en Colombia, en Venezuela y en Argentina, el plagio creativo no es ninguna novedad. El socorrido género de la telenovela nos ha dado una gran cantidad de cenicientas que en mayor o menor intensidad todas logran interesar a los lectores o televidentes. En la medida en que la pobre y ciega Cenicienta Perroni, se deje querer por el príncipe Levy quien vestido de Armani le dará luz a sus ojos y a su bolso, y el escritor matice al par de tradicionales personajes, se va desenvolviendo una nueva trama y una nueva historia, pero casi siempre con el mismo final. Si bien para que la nueva historia funcione los personajes principales deben caer en el cliché de “vivieron felices por siempre”, los villanos de telenovela no siempre acaban como final de cuento. Es ahí, donde el escritor aprovecha para sacar la creatividad reservada ante un tema probado y por lo tanto obligado. Los villanos, en manos de la febril y mal usada imaginación de los escritores, en ocasiones acaban siendo víctimas de su propia malicia y terminan quemados en el fuego que ellos mismos provocaron, envenenados por el vino de la copa equivocada, o en el mejor de los casos, siendo alimentados en la boca por despiadada enfermera luego de terrible accidente provocado por los frenos descompuestos del auto también equivocado. La crueldad a los villanos está más que permitida y justificada pues hace que el final feliz destaque aún más. La ecuación parece ser, mientras más sufra la Villana Creel, más felices la Cenicienta Arámbula y el Príncipe Colunga.
No es casualidad que la historia más socorrida sea la de la pobre e infeliz huérfana, pues su potencial de redención presenta más posibilidad de éxito. Nuestro lado humano hace que nos gocemos al ver al oprimido como vencedor y vencido al opresor. Si bien la universalidad de la literatura permite que se exploren una y otra vez temas como Los gringos también lloran o Paquita la fea, muy fea y muy vulgar, existen temas que permanecen en su forma original pues requerirían el uso excesivo de la ficción, casi fantasía, para que funcionaran en un ámbito real. Nadie vería con buenos ojos que La Gaviota Rivera Nieves viviera con siete yucatecos. Ninguna casta y nívea mujer podría vivir con siete hombrecillos al estilo Big Brother donde el ojo omnisciente del escritor relatara lo que ahí se hace y dice sin que fuera juzgada duramente por las buenas conciencias adeptas a este género. Por otro lado, las diferentes personalidades inherentes de los pigmeos de esta historia, podrían enviar mensajes subliminales de alguna de las etapas del alcoholismo según se echaran una o dos chelas de vez en cuando. Así, veríamos que mientras uno se cae de sueño, otro se la pasa haciendo corajes, otro vive tan feliz que le da lo mismo acostarse con La Gaviota Rivera Nieves que con el chaparro mocoso quien seguramente es al alérgico al alcohol y al final todos terminarían bastante tontines haciendo fila para que La Gaviota Rivera Nieves les plantara sendos besos en sus etílicas bocas. Eso no se vería bien. Otro problema que presenta esta historia es la condición comatosa obligada de la protagonista. Aunque es común que los cuasi muertos telenoveleros vuelvan a la vida cuando parece ser que “ya hemos hecho todo lo humanamente posible”, en este caso habría que cambiar el cajón de cristal por algún centro de rehabilitación en el Pacífico, donde también recuperándose de anterior recaída, se encontrara El Príncipe Tricolor (basta de azul) Peña, quien además de ser dueño de una perfecta y ondulada cabellera que imita las olas del mar, es Nieto de quien hasta hace dos sexenios fuera el máximo terrateniente de la comarca. Juntos, La Gaviota Rivera Nieves y El Príncipe Tricolor Peña, Nieto de terrateniente, haciendo a un lado a los ebrios liliputienses, consumarían su saneado, bendecido y fantástico amor y se irían a vivir al palacio que por abolengo les pertenece. Cada vez que ella corriera descalza con ligero vestido, strapless, blanco, casi transparente, dando graciosos saltos en o entre los pinos, él con voz de Marlon Brando la llamaría a voces diciendo “Gaviota”. Pero eso sería demasiada fantasía.
Por eso, no nos queda más remedio que volver a La Colorina, La Zulianita, Marimar, La del barrio, La fea, Topacio, Esmeralda, Cristal, Rubí y una que otra joyita más para que con una edición corregida y siempre aumentada y sobretodo actualizada con twiter, e mail, facebook y más, nos recuerde a la siempre actual y tristemente real cenicienta y para que suframos con su sufrimiento y seamos felices cuando, feliz, llegue radiante al altar sin que nos importe el color o la afiliación de su príncipe.
Antonio Yerena

Thursday, April 15, 2010

Gaby Madrid - Entrevista


Gaby Madrid nos informa de la entrevista que tuvo con Mayra Calvani del Examiner
Nos envia el enlace para que estemos informados.
Felicidades Gaby!

http://www.examiner.com/examiner/x-6309-Latino-Books-Examiner~y2010m4d9-Interview-with-Maria-Gabriella-Madrid