Tuesday, March 18, 2008

El artificio de escribir

Por eso de que en lo que se refiere a usar computadores no hay perdón de los errores menores, he tratado infructuosamente varias veces de agregar mi grano de sal al no demasiado activo diálogo de este blog. Por fin, y gracias a los datos proporcionados por Berta, he puesto toda la atención nececesaria en escribir corectamente el nombre y contraseña del blog y ya estoy de nuevo escribiendo.

En una entrada inmediatamente anterior anuncio el nuevo número de Labrapalabra, el 7. En este los invito a mirar mi blog y a comentar lo que en él escribo. Lo dedico a observaciones relacionadas con lo que yo llamo, un poco irónicamente, el artificio de escribir.

A quienes nos acosa este deseo inexplicable de escribir a diario, el blog nos ofrece un instrumento ideal para expresarnos con la ilusión de estar publicando y de contar, por ello, con algún lector. Cierto es que, como me lo decía hace poco un cínico observador de nuestras locas aficiones comunicativas, escribir en el blog es como hacerlo en un pedazo de papel que se tira en cualquier parte. El que alguien llegue a leerlo es poco probable.

Piensa uno, sin embargo, en eso que Cervantes dice en algún lugar sobre su extrema afición a la lectura, que lo lleva a leer hasta los papeles tirados en la calle. Si andan por ahí los cervantes que siempre han existido, ilusos de las letras, el blog tendrá sus lectores, como los tienen todos los papeles, hasta los destinados a la basura.

Pero aunque no fuese así, aunque nadie se diera el trabajo de agacharse a recoger el papel caído en el suelo, la práctica de escribir para el blog es incomparablemente efectiva. Tan valiosa me parece esta experiencia que insto a otros escritores a obligarse a pensar y redactar entradas regulares como una manera de ejercitarse deleitosamente en su oficio. Una vez terminado un texto, como ahora, pulsar el botón que dice "Publish post" es un gesto plenamente dichoso.

Stgo.

1 comment:

blog escritores sat said...

Y yo que pense que leer papelitos tirados por la calle era una mala costumbre que me convertia en metiche y no en literata. Mil gracias por liberarme del trahuma!
Berta