Hay muchas maneras de ser escritor. En el plurifacético mundo de la escritura el mapa abunda en cruces de caminos, puntos decisivos en que el escritor peregrino se ve obligado a ejegir una vía entre varias. Escribir literaria o comercialmente sería una de sus primeras decisiones. Toma el escritor tal decisión casi naturalmente, basado en sus talentos y predilecciones. Y una vez elegido el camino que mejor le viene a sus preferencias y capacidades, no le queda más que echar a andar y enfrentarse a los obstáculos y gozar de las delicias que su camino de elección le va poniendo por delante.
Para todos, sin embargo, escritor literario o comercial, la meta sería la misma: publicar y ser leído. En esto todos somos iguales, todos sobrellevamos el mismo esfuerzo de saltar las vallas que impiden el paso, sortear los baches que abundan en el sendero, abrirse paso entre la multitud de caminantes, convencer a los guardias de fronteras, vencer, en fin, al impredecible dragón del sistema editorial y entrar a la ciudad de los inmortales.
No termina en ese triunfo la prueba del que escribe. Publicar, ser miembro del selecto coro de los que han triunfado no es la meta. Queda todavía la más impredecible de todas las sorpresas: la de encontrar o no lectores, la de contar o no con ese público que se ha tenido en mente desde el primer día en que se puso la pluma en el papel, el cursor en la pantalla en blanco.
Escribir es un oficio que todos cumplimos dichosamente. Dar a conocer lo que escribimos ya es otro asunto muy diferente.
Y ahora que lo pienso, tal vez la principal decisión de todo el que escribe no sea otra que hacerlo para publicar o solamente por calmar esa necesidad incontrolable de escribir, aunque sea para sí mismo y para un público ideal e inaccesible.
sdt
2 comments:
Me gusto tu ensayo, Santiago,
Gracias por compartirlo.
Sigamos escribiendo para calmar esa urgencia.
Saludos,
Bertha
Ya sabes, cuando pica hay que rascarse y la pluma lo hace tan bien y mejor que las uñas.
Stgo.
Post a Comment