Friday, April 16, 2010

El plagio creativo

El plagio creativo

En México, en Colombia, en Venezuela y en Argentina, el plagio creativo no es ninguna novedad. El socorrido género de la telenovela nos ha dado una gran cantidad de cenicientas que en mayor o menor intensidad todas logran interesar a los lectores o televidentes. En la medida en que la pobre y ciega Cenicienta Perroni, se deje querer por el príncipe Levy quien vestido de Armani le dará luz a sus ojos y a su bolso, y el escritor matice al par de tradicionales personajes, se va desenvolviendo una nueva trama y una nueva historia, pero casi siempre con el mismo final. Si bien para que la nueva historia funcione los personajes principales deben caer en el cliché de “vivieron felices por siempre”, los villanos de telenovela no siempre acaban como final de cuento. Es ahí, donde el escritor aprovecha para sacar la creatividad reservada ante un tema probado y por lo tanto obligado. Los villanos, en manos de la febril y mal usada imaginación de los escritores, en ocasiones acaban siendo víctimas de su propia malicia y terminan quemados en el fuego que ellos mismos provocaron, envenenados por el vino de la copa equivocada, o en el mejor de los casos, siendo alimentados en la boca por despiadada enfermera luego de terrible accidente provocado por los frenos descompuestos del auto también equivocado. La crueldad a los villanos está más que permitida y justificada pues hace que el final feliz destaque aún más. La ecuación parece ser, mientras más sufra la Villana Creel, más felices la Cenicienta Arámbula y el Príncipe Colunga.
No es casualidad que la historia más socorrida sea la de la pobre e infeliz huérfana, pues su potencial de redención presenta más posibilidad de éxito. Nuestro lado humano hace que nos gocemos al ver al oprimido como vencedor y vencido al opresor. Si bien la universalidad de la literatura permite que se exploren una y otra vez temas como Los gringos también lloran o Paquita la fea, muy fea y muy vulgar, existen temas que permanecen en su forma original pues requerirían el uso excesivo de la ficción, casi fantasía, para que funcionaran en un ámbito real. Nadie vería con buenos ojos que La Gaviota Rivera Nieves viviera con siete yucatecos. Ninguna casta y nívea mujer podría vivir con siete hombrecillos al estilo Big Brother donde el ojo omnisciente del escritor relatara lo que ahí se hace y dice sin que fuera juzgada duramente por las buenas conciencias adeptas a este género. Por otro lado, las diferentes personalidades inherentes de los pigmeos de esta historia, podrían enviar mensajes subliminales de alguna de las etapas del alcoholismo según se echaran una o dos chelas de vez en cuando. Así, veríamos que mientras uno se cae de sueño, otro se la pasa haciendo corajes, otro vive tan feliz que le da lo mismo acostarse con La Gaviota Rivera Nieves que con el chaparro mocoso quien seguramente es al alérgico al alcohol y al final todos terminarían bastante tontines haciendo fila para que La Gaviota Rivera Nieves les plantara sendos besos en sus etílicas bocas. Eso no se vería bien. Otro problema que presenta esta historia es la condición comatosa obligada de la protagonista. Aunque es común que los cuasi muertos telenoveleros vuelvan a la vida cuando parece ser que “ya hemos hecho todo lo humanamente posible”, en este caso habría que cambiar el cajón de cristal por algún centro de rehabilitación en el Pacífico, donde también recuperándose de anterior recaída, se encontrara El Príncipe Tricolor (basta de azul) Peña, quien además de ser dueño de una perfecta y ondulada cabellera que imita las olas del mar, es Nieto de quien hasta hace dos sexenios fuera el máximo terrateniente de la comarca. Juntos, La Gaviota Rivera Nieves y El Príncipe Tricolor Peña, Nieto de terrateniente, haciendo a un lado a los ebrios liliputienses, consumarían su saneado, bendecido y fantástico amor y se irían a vivir al palacio que por abolengo les pertenece. Cada vez que ella corriera descalza con ligero vestido, strapless, blanco, casi transparente, dando graciosos saltos en o entre los pinos, él con voz de Marlon Brando la llamaría a voces diciendo “Gaviota”. Pero eso sería demasiada fantasía.
Por eso, no nos queda más remedio que volver a La Colorina, La Zulianita, Marimar, La del barrio, La fea, Topacio, Esmeralda, Cristal, Rubí y una que otra joyita más para que con una edición corregida y siempre aumentada y sobretodo actualizada con twiter, e mail, facebook y más, nos recuerde a la siempre actual y tristemente real cenicienta y para que suframos con su sufrimiento y seamos felices cuando, feliz, llegue radiante al altar sin que nos importe el color o la afiliación de su príncipe.
Antonio Yerena

1 comment:

blog escritores sat said...

No Sabia que fueras tan tele-novelero. Excelente y divertido!
Gracias por contribuir al Blog!
Bertha